Cuentos y Historias por el Mes de las Madres ( "La mamá que reía por todo" )

"La mamá que reía por todo"

(De la colección: Cuentos para entender a mamá)

Dicen que yo siempre fui una mamá alegre. Que me reía por todo, que todo me parecía bien, que nunca me enojaba. En el colegio de mi hijo me llamaban “la mamá chévere”, porque no reclamaba, no exigía, no cuestionaba. Y sí, es cierto… me reía mucho.

Pero nadie notó que mi risa era una especie de escudo, una armadura de carcajadas para esconder algo más hondo.

La verdad es que yo estaba triste. Muy triste.

No sabría decir exactamente por qué.

Tal vez porque no me sentía lista.

Tal vez porque tenía miedo.

Tal vez porque había partes de mí que aún estaban rotas y nadie me enseñó a repararlas.

Tuve a mi hijo en un momento extraño de la vida. De esos en que todo se ve nublado aunque haya sol. Lo amaba, pero a veces no sabía cómo demostrarlo. Era como si mi corazón estuviera atrapado y no pudiera salir del todo.

Y él… él sentía eso.

Era un niño con los ojos grandes, con fuerza en la voz, pero con un carácter inquieto, áspero a veces. Poco sociable, decían. Agresivo, decían.

Yo sabía que algo de eso venía de mí, aunque no me atrevía a decirlo.

Mi tristeza escondida, mi risa falsa, mi desconexión…

todo eso él lo recibía, aunque yo intentara disfrazarlo.

Y cada vez que la profesora me hablaba de su conducta, yo sonreía.

Me reía.

—Ya pasará —decía.

—Son cosas de niños —decía.

Pero por dentro, yo quería llorar.

Quería gritar:

"No sé cómo ser su mamá de verdad."

Un día, mi hijo se me quedó mirando largo rato. Tenía solo seis años.

Y me dijo:

—Mamá, no te rías si estás triste.

Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, no me reí.

Y tampoco me escondí.

Lloré frente a él.

Y le dije que lo amaba.

Que a veces la tristeza se disfraza de chistes.

Que no era su culpa.

Y que quería aprender a estar mejor, por él y por mí.

Desde entonces, no soy tan “mamá chévere”.

A veces lloro, a veces me enojo, y a veces me equivoco.

Pero ahora él sabe que mi amor es real.

Y aunque la tristeza siga viniendo de vez en cuando…

ya no necesito esconderla tanto.