Un regalo que llegó con el amanecer de Navidad
Era la mañana de Navidad, y Sofía despertó temprano, emocionada como siempre en esta época del año. Aunque sabía que los regalos solían estar bajo el árbol, algo distinto llamó su atención ese día. En el umbral de su puerta había una cajita envuelta con papel rojo brillante y un lazo blanco. Sobre ella, una pequeña tarjeta que decía: "Para ti, con amor y una pizca de magia navideña."
Al abrirla, Sofía encontró un delicado paquete que contenía un desayuno sorpresa: una taza decorada con motivos de renos, un frasco con chocolate caliente y malvaviscos, galletas de jengibre recién horneadas, y una pequeña cajita con frutas bañadas en chocolate. Entre los detalles, también había una diminuta carta escrita a mano.
"Querida Sofía,
La Navidad no es solo regalos ni luces, sino esos pequeños momentos que hacen que el corazón sonría. Este desayuno está pensado para recordarte lo especial que eres y cómo, con cada sonrisa, haces el mundo un poquito más cálido. Disfrútalo y no olvides compartir esta magia con quienes amas."
Conmovida, Sofía llevó el regalo a la mesa, encendió unas velas, y compartió las delicias con su familia. Entre risas y abrazos, se dio cuenta de que ese desayuno era mucho más que comida: era un abrazo en forma de sabores y detalles cuidadosamente escogidos.
A partir de ese día, Sofía decidió hacer de esta tradición algo propio. Cada Navidad, prepararía desayunos llenos de amor para sorprender a sus seres queridos y regalarles esa misma chispa de magia que ella recibió una vez.
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