Café tibio en la taza de flores
(De la colección "Cuentos para entender a mamá")
Mamá tenía una taza preferida.
No era la más bonita, ni la más nueva.
Pero en ella, el café sabía a casa.
Cada mañana lo tomaba tibio, no por gusto, sino por costumbre.
Entre uniformes que no aparecían, peinados a medias, y meriendas olvidadas.
Su café se enfriaba con nuestras prisas.
Yo no entendía cómo podía seguir tomando eso.
Pero un día, muchos años después, me vi bebiendo un sorbo amargo,
en una taza parecida,
dejando que la vida me interrumpiera.
Y entendí.
No era el café.
Era el ritual.
Era el amor que seguía a pesar del desorden.
Y desde entonces, cada vez que el mundo me sacude,
me sirvo un café tibio,
y vuelvo a ella.
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